Tiempo sin besos


El tiempo es muy extraño. Hace rato iba a cambiar la hoja del calendario, pasar de septiembre a octubre. Me quedé viendo aquellos números negros, perfectamente alineados en filas, con rigor militar. Al principio de cada hilera, el domingo en rojo. En el primero te conocí. Nos vimos diez días después. Seguimos avanzando sobre ese puente colgante que era septiembre. Para cuando llegamos a octubre, sólo nos habíamos visto cinco días. El primer día de octubre fue el sexto, y el segundo el séptimo.

Siete días. Lo necesario para una semana. Según Sabines, el tiempo que se requiere para reunir todas las palabras de amor del mundo. Siete días. Por eso pienso que el tiempo no existe. Y si existe, prefiero medirlo con besos. Hemos estado muchos besos juntos. El futuro es incierto, pues está vacío de besos. De tiempo. El tiempo de los besos es todo el tiempo. Y el tiempo sin besos es una estación suspendida entre los ojos. Cuando se pone el sol en la mirada de infinito. Hasta que amanece un beso. Hasta la siguiente puesta de sol. Hasta el siguiente beso.

nov 2004

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