Ya casi es 10 de mayo. Nunca le concedí demasiada importancia a la fecha, como no lo hago con ninguna festividad impuesta. Excepto porque mi madre es extremadamente sensible a ellas (no te atrevas a olvidar una o serás víctima de largas y silentes miradas), así que como hija y nieta única el asunto se vuelve ineludible.

Todo cambió al estar esperando a mi pequeño. La frase "hijo de mis entrañas" cobró sentido. Neuronas y sentidos transformados. Olores, sonidos, colores, todo lo percibía más intenso. También los sentimientos. Señora señora, cantaba Denisse, y se me llenaban los ojos de lágrimas.

Luego, el enamoramiento incondicional de mi bebé: el éxtasis de la contemplación. El asombro al ver sus pequeños pies, ¡sus ojos! La primera vez que sonríe. Cuando finalmente gatea. El sueño perdido y jamás recuperado. La rutina destrozada. La recompensa de sus manitas buscando las mías.

Mi bebé está enfermo. Despertó y lo acabo de dormir. Me comí dos de sus galletas de platanito. Más allá de los clichés y Denisse de Kalaf, pienso (creo, siento) en lo que significa el regalo de haberle ayudado a este hombrecito a venir aquí. Muero de ganas por ayudarle a descubrir el mundo. Que se llene de tierra y de pastel. Que disfrute de la libertad de estar vivo y de existir como hasta ahora yo he disfrutado de la mía.

Parafraseando a Sabines, le regalo la luna como le regalo mi corazón y mis días. Se la regalo para que la tire.

May 5, 2008

Comentarios

  1. Un escrito con talento y sensibilidad.
    Gracias Luisa.

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    1. Muchas gracias a ti por leer mis letras, y por tus comentarios :)

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    2. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

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