Pérdida latente


"Los latidos del gastado corazón invaden nuestra noche, pero el insomnio actual tiene otra partitura. Lo perdido es también un par o dos de labios que probaron el sabor de los míos, y que ahora tan sólo puedo besar en mi memoria".

Este fragmento de Mario Benedetti es de un escrito suyo llamado "Pérdidas" (Vivir adrede. Alfaguara, 2008). Me hizo preguntarme el sentido de las "pérdidas" como tales. Cuestionarme las mías. ¿Realmente se pierden los labios, o solamente archivamos ese sabor? Me inclino por lo segundo. En cierto modo, una pérdida es algo que por descuido u olvido (muchas veces adrede) desaparece de nuestra vida. Hay pérdidas momentáneas y pérdidas eternas. Pérdidas pequeñas y pérdidas monumentales.

Siempre viene la memoria al rescate. Sólo necesitamos un detonante: una palabra, el olor de la lluvia, y ahí está. El corazón recibe respiración artificial, y por unos instantes, revive aquello que creía perdido.

Dicen, exhortan, recomiendan vivir en el presente, dejar el pasado en su lugar y no poner los ojos en el futuro. El presente es hoy, esta circunstancia. Punto. No poseemos el ayer y jamás seremos dueños del mañana. Así que a concentrarse en el momento. A vivir de vida, no de recuerdos ni de incertidumbre. Esto es cierto y sumamente útil en la mayoría de los casos. Cuando estás comiendo un helado, por ejemplo. Cuando sales a dar un paseo. Cuando juegas con un niño.

Pero hay momentos, penumbras, distancias, que ameritan hacerle trampa al tiempo y revivir el pasado. Cuando no puedes dormir porque no llueve. Cuando tienes miedo. Cuando los ojos buscan y sólo encuentran vacíos. O cuando no tienes nada mejor que hacer. Y entonces, de lo perdido, lo que aparezca.


Junio 22, 2008

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